Notas tristes.
Réquiem por el Viejo Migue,
subversivo del amor.
Por Pabloé.
Nota triste la que nos deja hoy el Viejo Migue, “el viejo más joven del mundo”, como lo definió en sonetos uno de sus hijos aventajados, Oscar Leonardo Salas, estudiante de la Universidad Distrital muerto a tiros por el Esmad tres años atrás en Bogotá.
Cofundador y director de la Emisora Comunitaria de Líbano, Tolima, Café 93.5 Estéreo, Miguel Augusto Marín Peñaranda murió la mañana de este 28 de abril en su ley: al frente de la última trinchera que comenzó a fraguar tras su regreso al país hace ya casi dos décadas para reincorporarse a la vida civil y continuar luchando por las transformaciones sociales que toda la vida iluminaron su caminar. Infarto fulminante, el dictamen médico.
En sus años mozos, se alzó en almas y propagó las ideas revolucionarias en cuanto espacio ocupaba, acariciando la ilusión que los cambios estaban a la vuelta de la esquina. Una vez los argumentos sufrieron asfixia como consecuencia de las combinaciones de estatutos de seguridad con estados de sitio, tomó las armas para continuarlo haciendo por ese medio. De esa manera, y hasta sin proponérselo, rendía tributo a los Bolcheviques de Líbano de comienzos del siglo pasado, pioneros del alzamiento guerrillero en el continente y el mundo desde esa humilde y sencilla provincia cafetera del norte del Tolima.
Luego de purgar algunos canazos como consecuencia de sus actividades conspirativas y perder un hermano que por esos días también había salido de la cárcel por la misma causa, probó las mieles agridulces del exilio, en su México lindo del alma.
Miguel era alegre y mamagallista como pocos, y amaba tanto la vida que incluso se la jugó por la guerra. Y no de cualquier manera: sin mayores riesgos podría canonizarse como el subversivo de la unidad… y del amor. Esa pudo ser la causa que lo llevó a pasearse al menos por cuatro de las expresiones armadas más variadas y radicales que ha parido nuestra patria, culminando esa etapa de su vida en la Alianza Democrática M – 19, antesala de la que sería su última escuela de militancia partidaria en el Polo Democrático Alternativo, PDA.
Su cabello largo cola-de-caballo y pucho en mano reflejaba el talante libertario y de entrega que lo caracterizó. Al punto que empeñó su proyecto de reinserción en darle vida a la emisora comunitaria de su pueblo, cuando perfectamente habría podido canjear esos recursos por un taxi, un pedazo de tierra o un negocio de futuro incierto, como la mayoría de los reinsertados de los 80. Él apostó por legarle ese capital a la muchachada de su tierra, cuando realmente ese fue el único capital que Miguel llegó a amasar en la vida.
Hoy esos muchachos lloran su partida allá en Líbano, también en Ibagué, Neiva y Bogotá, a donde han venido a parar las primeras promociones de pelados que dejaron la calle por hacer escuela en la emisora. Ahora sufren una enfermedad solo comparable con la que azota a México por estos días: horfandad prematura.
También Leo, su esposa y compañera, cómplice infinita de sus sueños, ilusiones y frustraciones.
Y todos aquellos y aquellas que a lo largo de estos años tuvimos la fortuna de toparnos con Miguel Marín, amigo, compañero y camarada. Deja, eso sí, un fértil tejido en materia de comunicaciones alternativas, especialmente en El Gran Tolima. También, cualquier cantidad de planes y proyectos, como el Encuentro nacional de radios comunitarias que planeaba realizar a finales de este año en San José del Guaviare, con el acento puesto en los nuevos concesionarios de las capitales, una de las más grandes batallas que libró en compañía de sus viejos compañeros de la Red Colombiana de Radio Comunitaria, Recorra.
Nos toca a nosotros velar porque se cumplan. Homenaje póstumo a ese bacán hermoso que la muerte nos arrebata.
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